Sensatez y sindéresis deben imponerse en crisis gerencial LPB

Mis colegas saben que su responsbilidad es enorme y estarán a la altura del compromiso. Foto FP


A Luis Vargas

Ayer estuvimos en el Naciones Unidas o gimnasio "José Beracasa", no sólo para ver el primer (y decepcionante) encuentro de la postemporada de la Liga Profesional de Baloncesto, sumida en una de sus crisis gerenciales más profundas de la que tengamos conocimiento.
Fuimos a palpar el ambiente y el denominador común es la incertidumbre, además de la estupefacción por la torpeza y soberbia que tanto Germán Blanco, como Rolando Urdaneta, han ventilado públicamente, haciendo de este episodio el hazmerrir de la comunidad deportiva nacional, que en un tiempo tuvo como paradigna de altísima eficiencia y sentido de grandeza al baloncesto.
Nunca como antes, los llamados a la sensatez y la sindéresis son apremiantes. Pareciera que un "quítame esas pajas personal" amenaza con afectar de manera severa a una institución, que no le pertenece a nadie, ni siquiera al gran factotum de poder llamado Carmelo Cortez, que se frota la manos viendo cómo la única institución que evidenciaba sus defectos y topezas desde la silla federativa, se cae a pedazos.
Tuve la oportunidad de saludar a un muy preocupado Leonardo Rodríguez, a quien le manifesté que él había hecho muy bien su trabajo, que debía pensar en su salud. Ahi estaba Phillip Valentiner, presidente de Cocodrilos, quien se mostró expectante sobre el triste capítulo. Vi a un Sergio Silvio, con quien he sostenido diferencias, pero a quien le reconocemos su alto sentido de trabajo y excelencia.
"Este jueves 26 será la reunión con los dueños de clubes y allí se definirá todo. Las convocatorias fueron entregadas", sostuvo quien debe guardar silencio y miraba con cierta tristeza el compromiso. Gente de diversa procedencia del baloncesto rechazaba la forma autoritaria, acomodaticia en que procedió Blanco Romero, pero a su vez estaba de una sola pieza por la vía pueril, casi adolescente, en que ha obrado Urdaneta.
Mientras esto sucede, tuve la oportunidad de compartir con mis colegas de la fuente a quienes les manifesté que, hoy más que nunca, se impone mostrar el talento y especialmente el criterio para conjurar esta mala hora. Guardar silencio "porque se me puede cerrar la fuente" y "es mejor no meterme en problemas" a la luz de lo que acontece es criminal. Estoy seguro de que saldremos adelante, para volver a la senda de la que nunca hemos debido salir: la del engrandecimiento y la trascendencia.

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