XXX años de amores con la UCV, "Caricias positivas". II parte




Febrero de 1983:


Mientras terminaba de quemar las naves con la Ucab, mientras la cumplía la palabra a mi viejo de trabajar los 6 meses prometidos en la fotocopiadora de la Guardia Nacional,  comencé a ir de manera esporádica a la UCV para ver cuándo comenzaban las clases.

Para mi sorpresa, me dijeron que antes de iniciar las jornadas académicas formales, los estudiantes ya habían comenzado un Laboratorio de Comunicación Humana (se llamaba asi?) bajo la facilitación del reconocido profesor Adoldo Herrera.

Recuerdo que fuimos dos personas, mi hermano del alma Juan Ruiz Correa (“Upata”) y yo los que no intervinimos en el muy famoso experimento. Ya al comienzo del calendario regular, no era extraño ver a compañeros pedirse “dame una caricia positiva” en la biblioteca Gustavo Leal, en la kilométrica cola del comedor o en los banquitos de madera frente a la Escuela de Comunicación Social o a la entrada del Teatro Universitario.

Debo confesar que encontraba bien sobreactuadas esas manifestaciones y con el tiempo sucedió un evento de lo más particular: el cariño postizo, de utilería, en muchas oportunidades dio una voltereta para tornarse en la más genuina repulsión. Bueno y todo esto sin siquiera imaginar que mucha gente valiosa y de vanguardia de ayer, gente excepcional, hoy está arrastrada al servicio del militarismo más retrogrado que hayamos tenido jamás en nuestra historia republicana.   

No sé si mis compañeros de ruta se han dado cuenta, pero quienes se quisieron de verdad verdad, mantienen este afecto como el más preciado de sus tesoros. Pero se han dado casos, de atávicas peleas del ayer, cuyas secuelas de resentimiento superaron el umbral del SXXI. Por cuestiones de elemental delicadeza, no voy a comentarlas.

Continuará…

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