Carlos Tarazona: ayer guerrero en la carrera, hoy dedicado con sus alumnos

Fernando Peñalver y Carlos Tarazona. Foto Gustavo Peñalver

El equipo compartió con Rebotando hoy. Foto FP

Sábado 6:00 am. Da dolor de todo, pero una promesa es una promesa, mucho más cuando el que te está esperando para subir al Avila, es tu hijo. Sí, una tarea de biología me puso en dirección a la montaña mágica, sin saber que allí vería a un atleta muy admirado en mis comienzos como reportero deportivo.

Con su amplísima sonrisa y cronometrando a sus 25 alumnos presentes (tiene 50 en nómina) Carlos Emilio Tarazona y yo nos dimos un abrazo fraterno. Maratonista guerrero, dos veces olímpico en los años 1996 y 2000, este hombre nacido en Yaracuy el 14 de agosto de 1965 sigue enamorado del atletismo.

"Allí están mis marcas para que no me olviden. Ya saqué el bachillerato y ahora voy a entromparle a la Universidad, mínimo un TSU. Sacrifiqué muchas cosas por mi deporte" dijo Tarazona quien nos preguntó por el grupo de periodistas que madrugábamos para verle iniciar su paso de locomotora, hasta la meta final, 42 Kilómetros 195 metros después.

Eran tiempos en que el atletismo no era una moda, en los que llegábamos muy oscuro a donde fuera, para soportar el frío montados en la camioneta del cronómetro: Ramón Navaro, Nelson González, Julio César Tovar, Guillermo Arrioja y este servidor jodíamos hasta que los abdominales nos quedaban doliendo.

"Vas bien chamo, llevas 30. Aprieta en los últimos cinco" dice Tarazona, quien no sólo se le ve con frecuencia en el cortafuego del Avila, sino que el Parque del Este también comparte sus conocimientos, luego de tanto asfalto encima.  La promesa de otro encuentro marcó la despedida. Así será campeón, promesa cumplida hijo de mi corazón.