Gente del camino: Gustavo Aguirre Fermín


Aguirre junto a la Dama Olímpica, Flor Isava.
Resulta y acontece que el tiempo pasa demasiado rápido. Que ayer eras un carajito, con sueños de ser premio nacional de periodismo o de imitar al Gran Armando Naranjo (Quinteto) o al ácido Rubén Rojas Jackson (Por el aro) y viene la vida y te coloca en las puertas de la tercera edad.
Sea como fuere, y visto que el año pasado cumplí 25 años metido en este amado y maltratado mundo del periodismo deportivo, quiero rendir especial homenaje a gente que me encontré en el camino y que me ayudó a llegar el punto donde hoy les escribo.
Rebotando hoy? Sí, refiere a dos actividades que me mueven y mantienen vivo, atado a afectos y parte de una empresa inconclusa: la música coral y el baloncesto, o viceversa en todas sus manifestaciones. También habrá natación y las reflexiones de quien es padre de familia en nuestro convulso mundo de hoy.
Voy a comenzar por un amigo muy especial, recordado y necesario en estos tiempos de “zorros y camaleones”: me refiero a Gustavo Aguirre Fermín, periodista aguerrido, gente de palabra, que se escondía en una coraza, para hacernos creer que era más duro que Martín Valiente o que Clint Easwood en Harry El Sucio.
Aguirre Fermín definió, con su “generosa” acidez, el rumbo que habría de tomar como profesional. Enfriebrado como estaba con el baloncesto, el querido “Lengua de Bronce” me tomó de sorpresa un día en las oficinas del ahora inoperante Instituto de Previsión Social del Periodista y me dijo: “Peñalver, quítate las gríngolas del básquet y mira a otros deportes, que también necesitan de tu  ayuda”.
En esa búsqueda, tuve un fugaz romance con el atletismo, luego con el voleibol, para terminar siendo parte del gran equipo de los deportes acuáticos de mi país. Y es que luego del tabloncillo, una piscina es para mí algo grande y hermoso.
Dicen que la verdadera muerte es el olvido. Gracias a los hijos de Gustavo Aguirre, en especial a la fraternal Claudia, hicimos una recopilación de fotografías que tan sólo animarán a quienes quisimos a Gustavo, a tomarnos un trago en su honor. Y, por supuesto, a jamás dejar que el gremio se nos termine de morir.


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