Cuatro años en el querido Coro Polifónico Rafael Suárez: una mirada muy personal
En el Festival Navideño de Odontología UCV 2012. Foto cortesía Carlos Lasala |
Junio es el sexto mes del año y para mí tiene un sabor muy especial. Por estos días, y gracias al amoroso impulso de "My Lady" Ana María Linares Muñoz, atendí a la fraterna invitación que me hicieran Jesús Miguel Pereira y María Arias de Cabrera, para formar parte del Coro Polifónico Rafael Suárez.
Sucedió en junio de 2009. Yo estaba francamente asustado. Era la primera vez que cantaría en serio, luego de formar parte del coro del kinder, del grupo de Gaitas "Los Parranderos", de algunas serenatas en Upata y una brevísima pasantía por la Coral UCAB, que dirigía el maestro Andrés Sandoval, Padre.
Llegué a la casita de la Schola Cantorum y allí estaban los que desde entonces llamo mis hermanos, mi gente, mi segunda familia. Conocí de entrada a Leonor y María Luisa Cabrera, quienes junto a la gran maestra María Colón de Cabrera, me hicieron la prueba y el veredicto fue !!!ta tan!!! cantaría en la cuerda de bajos - barítonos.
Dios sabe cuánto quería cantar y ser aceptado en la legendaria, pero como todos, pasé mis primeros días pagando el noviciado, cantando de "pescaíto" o recostado de los caballos de la cuerda: Mao Hernández, Daniel Linares, Hermann Díaz, Cruz Paiva y el gran Gerzaín Mota.
"Alba", hermoso valse con arreglo coral del músico margariteño Rafael Suárez (1929-1971), fue la primera pieza que realmente canté y por esos días hubo una presentación en la Parroquia Universitaria, a la que preferí asistir en calidad de espectador. "Mucho camisón pá Petra", dije para mis adentros.
Algunas semanas después, en medio de un bestial aguacero, fui al Club Magnum para el que fue mi primer concierto: la maestra Gioconda Cabrera invitaba al Polifónico a alternar con la coral de ese club. La magia de María Colón hizo, una vez más, de las suyas, con repertorio "de última hora" que los demás sabían y yo tuve que volver a la penosa faena de pescaíto.
Tuve el gusto de formar parte, no sólo de uno de los coros referencia del movimiento musical venezolano, sino que pude intervenir en la reingeniería del mismo, con el fortalecimiento de la cuerda de bajos - barítonos. Aumentamos en cantidad, calidad y sonoridad esa primera y querida escuela de canto.
Por ese entonces, yo tenía un Black Berry y poseído por la fiebre comencé a tomar fotos a diestra y siniestra, de los ensayos, de las alegrías, de las realizaciones, de los cumpleaños, de los momentos de esfuerzo hasta que saliera la pieza. Hice dos años de fuerte campaña para que "Liberaran al Mencionao" y salió libre.
Primero, con una pobreza técnica digna de mejor causa. Luego, con la ayuda de una mejor cámara, pude reencontrarme con una vieja pasión de niño y de adolescente, captar imágenes cual cronista de la calle.
Un poco más tarde, junto a Nereida Vásquez ("Para mi corazón basta tu pecho" de Modesta Bor y Pablo Neruda, nunca sonará igual sin su voz), María Arias de Cabrera y Jhon Isaac Requena Negrón constituimos el grupo de comunicaciones, para mover la presencia del coro en las redes sociales. Y la pegamos de la pared!
Luego vinieron las fechas en el Centro de Acción Social para la Música, la Opera Bolívar, la Carmina Burana, el Teresa Carreño (mi abuela Clara María estaría orgullosa de mi, carajo) y el World Choir Games en Cincinnatti, donde alcanzamos dos medallas de oro y una plata, ganando el derecho a intervenir en la categoría Coros campeones en Riga 2014.
Valió la pena vender rifas, quemarse bajo el sol de Caracas en los potazos, cantando en cuanto tigre hubiera. Todo con tal de dejar muy en alto en nombre de Venezuela en el exterior...y de cantar, cantar con alegría, armoniosamente desde el corazón, como predica mi amigo Cruz Rafael Cabrera.
Estuve dos años desempleado. Dos años. Se dice fácil, pero es una situación cruda para quien lleva esa múcura sembrada en el alma. Y hallé en el Coro la solidaridad, la comprensión y el brillo de la alegría, cuando el jueves 28 de febrero de 2013 le informé a mi familia musical que ahora formaba parte de la redacción deportiva de El Universal.
La nueva realidad laboral me tiene contento, hiperactivo y con los sentidos abiertos para aprender. Y a pesar de los pesares, he tratado de mantenerme cercano al querido coro, así sea llegando tarde a la crucial sesión de vocalización. Hasta donde pueda, trataré de no faltar a los ensayos.
Han sido momentos de crecimiento, de amor y hoy debo reconocerlo, de fatiga. Quisiera ver al coro más grande de lo que es, pero a veces siento que no me permiten ayudarlo más. Tengo un profundo voto de agradecimiento, de corazón que es así.
Tan sólo espero que las cosas cambien, evolucionen para mejor y podamos celebrar el cuadragésimo aniversario fortalecidos como la gran referencia musical, humana y organizativa que desde hace rato podríamos haber sido, pero que algunos lastres no lo han permitido hasta ahora. Un nuevo liderazgo, estoy convencido, es el voto de esperanza que dejo explícitamente en la mesa.
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