Adiós a la brasileña más venezolana que jamás conocí

Mi solidaridad con la familia de Ricardo Monasterios
La primera vez que escuché el nombre de Ricardo Monasterio, fue en el ahora lejanísimo 1989. La natación es un deporte que amo y amaré por siempre. Viajé a Valencia para ver a esa maravilla, que la noche anterior había roto el récord en 1500 metros de Danny Chorón. 
No me defraudó. Pero lo más inmediato y vinculado a la brillante leyenda de poquísimas palabras, que volaba en la piscina, fue la presencia amorosa de sus padres Héctor y Aldaleia.
No sé si lo saben, pero los periodistas deportivos tenemos a lo largo de nuestra carrera, diversos "episodios" con los padres de los atletas, en especial si son menores de edad. Un padre o una madre siempre verá a su hijo en el máximo pedestal y cualquier tratamiento o jerarquización será poco. El periodista tratará de respirar muy hondo, ser comprensivo y buscará mantener la armonía "hasta donde sea posible".
Si como profesional usted tiene la suerte de toparse con gente como Leia y Héctor Monasterio, entonces puede decirse que encontró a gente decente, respetuosa con el trabajo de los demás, y por si fuera poco siempre le brindarán su palabra de apoyo. Gente que a cada sitio del mundo donde fuera, se acordaba de suministrarle información valiosa y de paso, prestigiarle con un recuerdito, humilde pero hermoso del lugar.
Por eso fue que me puse tan triste, cuando esta mañana mientras tomaba el café, me enteré de la muerte de la brasileña mas venezolana que conocí en el maravilloso mundo de los deportes acuáticos: Aldaleia Guimaraes de Monasterio. Gracias por todo, gracias por tanto querida Leia.

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