Un camión de talento y solidaridad llamado Rubén Mijares


Rubén sostendrá tertulias con la gente en Margarita muy pronto (Foto @rebotero)


Fernando Peñalver
@rebotero

Porlamar. En estos días visité por primera vez al grato estadio Guatamare, hogar de los Bravos de Margarita, sitio donde trabaja como asesor de la presidencia del equipo un amigo mío: me refiero al gran Rubén Mijares.

Odiado por algunos, querido y respetado por una vasta legión de seguidores, Rubén es un profesional del periodismo deportivo y más que eso es un gran conversador.

Hace algunas lunas, específicamente en el año 1990, el profesor José Fernández Freites y yo le invitamos a que compatiera con alumnos de la Cátedra de periodismo deportivo en la UCV. 

En aquella oportunidad, coincidió en el estrado con el gran árbitro de baloncesto, José Luis Puerta Vidal, gente del deporte y amante de la música. Puerta falleció tiempo después, dejando un hondo vacío por su rectitud y decencia, valores que hay que sembrar, cultivar y multiplicar en estos tiempos salvajes que vivimos.

Rubén se acordó clarito de aquella visita, a la casa que Vence las sombras. Yo siempre recuerdo aquella colita que nos dió a Ramón Delgado Cisnero y a mi de Caracas a Puerto La Cruz. Acaba de finalizar el séptimo juego de la final de la Liga Especial de Baloncesto, entre Marinos de Oriente y los campeones Cardenales de Portuguesa, con Carl Herrera en plan estelar.

"Si quieren, vénganse conmigo. Eso sí, necesito que me vayan conversando en el camino", nos dijo el Negro y así fue. A mitad de la ruta, a medianoche, le comenté  "Rubén, estoy cumpliendo años y tengo una hambrazón". "Espérate cinco minutos, que vamos a comer la mejor parrilla del oriente venezolano", dijo quien fuera árbitro de voleibol en sus tiempos mozos.

Y así fue: perdida en la oscuridad de la noche, rodeada por todas las gandolas del planeta, estaba una chocita de cuyo fogón salían kilos y kilos de carne. "Dionisia, dame un kilo de parrilla...¡pero de la que tu sabes!", le dijo el Negro a la señora, que se le iluminó la cara al verlo llegar a su caney.

Decir que comimos rico, se les dejo a su imaginación y para no hacer el cuento más largo, tan sólo les diré que llegamos a las 2:30 am auna Caracas que siempre ha sido ruda y Rubén me llevó a mi casa en Santa Rosalía y a Ramón lo dejó en la suya en el 23 de Enero. 

Así es Rubén Mijares: enorme, como su solidaridad.


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