Querida Clara Alejandra, en tu cumpleaños!
Querida Clara Alejandra:
Una persona a quien
quiero tanto como tú, mi muy ejecutiva hermana Clara Elina, o sea, tu mamá, me pidió que
escribiese unas líneas explicativas sobre el vals que bailarás en la fiesta de
tus 15 años, a la cual uno de estos virus eruptivos, lamentablemente de moda, me
impidió asistir.
Hay varias versiones sobre "Adiós a Ocumare".
Voy a contarte la que me contó, hace muchísimos años, mi abuelo Antonio Delgado
Noguera. Resulta ser que había un músico muy parrandero y talentoso, al que un
jefe civil le informó que debía salir del pueblo o si no, lo pondría preso: una
muestra más de que el autoritarismo viene desde hace mucho tiempo atrás en este
país.
El músico desterrado compuso
esa pieza y tal fue su belleza y excelsitud académica, que el jefe civil le
perdonó, permitiéndole quedarse en el pueblo, Ocumare del Tuy. Ángel María
Landaeta es el nombre de ese primer violín, aunque estuve buscando en Google y
salieron otras versiones, que no coinciden con la de mi viejo querido.
Antonio Delgado
(1905-1985) fue un hombre bueno, que siempre estuvo enamorado de la tierra
donde tu naciste, el estado Anzoátegui. En circunstancias aún confusas para mí,
llegó en la década de los años 30 del SXX a Barcelona, para cumplir un viejo
sueño: conocer el río Neverí y las ruinas de la Casa Fuerte.
“Muchacho, usted
está loco: ni que yo tuviera haciendas de cacao ni barcos en el mar”, siempre
le contestaba su tatarabuela Estílita, al niño que fue alguna vez Antonio
Delgado.
Literalmente con una
mano atrás y otra adelante, Delgado Noguera llegó a Anzoátegui para vivir los
mejores 30 años de su vida, junto a una mujer tan o más mandona que tu mamá
(que ya es mucho decir), mi abuela Clara María de La Cruz Almeida Hernández de
Delgado Noguera, paisana tuya, pero de Aragua de Barcelona.
El joven Antonio hizo un
hogar, ladrillo a ladrillo, desde el sótano hasta la azotea, y allí brillaron
sus tres estrellas: Clarita (mi mamá, o sea, tu abuela), Antonio Rafael y Ligia
Josefina, acompañados luego por los primos Haydeé y Alfonso.
Antonio Delgado fue un
oriental como el que más, pero siempre llevó a los Valles del Tuy en su corazón.
Cada vez que escuchaba Adiós a Ocumare, experimentaba una especie de alegría
rara: parecía que su alma libre, viajaba en medio de lágrimas a la casa
paterna, la de Pedro Delgado, el estudiante de ingeniería que no llegó a
cumplir su sueño de graduación porque la UCV estaba cerrada por Cipriano
Castro.
"Adiós a Ocumare" ha sido
el hermoso vals que ha acompañado, una a una, a las muchachas de mi casa, en el
trance de despedirse de la niñez.
Esta noche, cuando tu
orgulloso padre Rubén Pereira te tome del brazo para invitarte a bailar esa
pieza, estarás envuelta en la magia del amor más puro a la tierra, a las
tradiciones de una casa y al corazón de un hombre bueno, de sombrero, que
podrás ver en el rostro de tu hermano Rubén José, que se le parece mucho.
¡Feliz
cumpleaños, niña de mi corazón!
Fernando Peñalver,
Porlamar
19 de noviembre de 2014
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